viernes, 10 de marzo de 2017

A medio siglo sin Francisco Petrone


Francisco Petrone, cuyo verdadero nombre era Francisco Antonio Petrecca Mesulla fue un actor de teatro y cine argentino, apareció en filmes desde 1935 y actuó en el teatro hasta su fallecimiento. Nació el 14 de agosto de 1902 y falleció el 11 de marzo de 1967. Nació e hizo sus estudios primarios en Buenos Aires. Ejerció diversos oficios hasta que su amigo Sebastián Chiola lo hizo ingresar como comparsa en la compañía teatral Vittone-Pomar e iniciar una carrera teatral que seguiría hasta su muerte. Debutó en cine con Monte criollo (1935), película que lo introduce como actor de fuerte personalidad cuyo estilo contenido se fue perfeccionando hasta ser capaz de sugerir corrientes ocultas y tensiones interiores de sus personajes. Tuvo luego actuaciones sobresalientes en La fuga (1937) y Prisioneros de la tierra (1939). Actuó junto a Enrique Muiño en El camino de la Tablada (1930) y con Milagros de la Vega, Sebastián Chiola, Orestes Caviglia, Fanny Brena, interpretó en el Sodre de Montevideo un repertorio universal. Participó en Artistas Argentinos Asociados que originó con Enrique Muiño, Elías Alippi, Homero Manzi, Ulyses Petit de Murat, Ángel Magaña y Lucas Demare, las recordadas Pampa Bárbara, La Guerra Gaucha, Donde mueren las palabras, Todo un hombre, hitos de la época de oro. En 1944 recibió el premio Cóndor de Plata al mejor actor otorgado por la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina (ACCA) por su actuación en Todo un hombre. Exiliado en 1950 —durante el gobierno de Juan Perón— por razones políticas (no se le daba trabajo en su país en razón de su conocida militancia en el Partido Comunista),[1] de regreso cinco años más tarde, aclamado en la Argentina y en América Latina, premiado en Cuba por su labor en Todo un hombre, Petrone creó en 1958 el Teatro ARENA, una carpa inflada de proyectos, levantada en el barrio de Once. Allí estrenó con artistas de la escena independiente y del teatro comercial, Una libra de carne, la exitosa pieza de Agustín Cuzzani, Juan Moreira, Un guapo del 900 y Un enemigo del pueblo, entre otros espectáculos que atrajeron a un público ávido de asistir a esa manifestación popular de la escena argentina. Hacia 1944 Petrone había tenido la idea de protagonizar una adaptación cinematográfica del cuento Hombre de la esquina rosada de Jorge Luis Borges, pero esa idea que no prosperó fue llevada a cabo en 1962 por el director René Mugica, que convoca a Petrone, con quien había trabajado en La guerra gaucha para el papel de Francisco Real, un guapo de San Telmo a quien llaman el Corralero. Mugica comentó sobre Petrone: «Petrone no componía. Había que agarrar un personaje que fuera él, que tuviera su ímpetu, su fuerza, y meterlo en la piel de ese personaje. Así le podías sacar partido ... Petrone tenía una personalidad avasallante. Vos lo mirabas y te dabas cuenta que tenías adelante algo.»[2] El diario La Nación en la crónica de esta película dijo: «Francisco Petrone transmite con exactitud la estampa y el ímpetu del personaje central».[3] En los años 1964 y 1965 tuvo a su cargo la gestión de Canal 7, donde introdujo un ciclo de teatro contemporáneo e hizo llegar una cultura más innovadora a la pantalla estatal En 1965 fue dirigido nuevamente por Mugica en la película El reñidero en el papel de Pancho Morales, un guapo que vive en el barrio de Palermo de Buenos Aires en 1905. La película es una adaptación de la exitosa pieza teatral del mismo nombre de Sergio De Cecco que revive la tragedia de Electra de Sófocles y fue la última que protagonizara Petrone. Sin límites en su fervor creativo, Petrone dirigió en el Teatro Odeón La gata sobre el tejado de zinc caliente, con Inda Ledesma y Duilio Marzio, y Largo viaje de un día hacia la noche, de Tennessee Williams y Eugene O'Neill respectivamente, con Jordana Fain. Rodeado de su mujer, a la que amaba, y de sus hijos, cinco varones y dos niñas, partió Francisco Petrone, el 11 de marzo de 1967 investido de los personajes a los que "prestó" su rostro, su mirada, su inclaudicable dignidad, presente más allá de su muerte.

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